por Daniel Montañez, Ph.D. Candidate, Boston University School of Theology
El punto de entrada a la estación de recepción de migrantes panameños desde la Brecha del Darién en Darién, Panamá.
“Cuando un extranjero resida con ustedes en su tierra, no lo maltratarán. El extranjero que resida con ustedes les será como uno nacido entre ustedes, y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios.”
Levíticos 19:33-34 (NBLH)
Español, inglés, criollo y árabe. Estos son sólo algunos de los idiomas que se escuchan en la estación de recepción de migrantes en la frontera de Darién, Panamá. Un tramo de 70 millas de bosques y ríos intransitables que divide los países de Colombia y Panamá, la Brecha del Darién es uno de los puntos de cruce más peligrosos para los migrantes en nuestro mundo hoy. Del 6 al 12 de noviembre de 2024, un grupo de líderes de la red, Como Nacido Entre Nosotros,[1] viajó al Darién para obtener un relato de primera mano de esta crisis humanitaria global por parte de pastores locales, funcionarios gubernamentales, y personas en búsqueda de refugio.
El equipo estuvo formado por veinticinco líderes cristianos desde Nueva Inglaterra hasta la Patagonia, y fuimos guiados por la Fundación de Asistencia a Migrantes, una organización Panameña que brinda asistencia a las necesidades humanitarias inmediatas de migrantes y refugiados. Nos reunimos con coaliciones evangélicas como la Alianza Evangélica de Panamá y redes católicas como CLAMOR Panamá para aprender cómo los líderes locales están respondiendo a la presencia de migrantes y refugiados en su frontera, y cómo cooperar y satisfacer sus necesidades de una manera integral y saludable. Los funcionarios del gobierno agradecieron saber cómo las iglesias locales se estaban movilizando para abordar las necesidades en el Darién, y se abrieron puertas para la colaboración mutua entre las iglesias locales y el gobierno panameño.
Nuestro equipo salió temprano el sábado por la mañana para viajar de la ciudad de Darién junto con líderes locales y jóvenes de iglesias bautistas locales de la región. Llegamos cerca del mediodía a la estación de recepción y nos recibieron más de 200 migrantes que habían llegado de la selva tropical horas antes. Los campamentos estaban cubiertos de tiendas de campaña y refugios temporales de madera, los caminos estaban hechos de tierra y barro. Rápidamente organizamos y descargamos artículos de asei y equipo médico para comenzar a brindar toda la ayuda que pudiéramos en medio del caos ordenado.
Los juegos infantiles y las donaciones de ropa se instalaron al lado de los baños y las duchas, los condiciones eran poco sanitarias. Las iglesias locales cantaban canciones tradicionales de Venezuela, música de adoración, y compartieron un mensaje de esperanza a cualquiera que escuchara. Como el grupo demográfico religioso más grande entre los inmigrantes es cristiano,[2] muchos participaron en el culto y recibieron oraciones de los voluntarios. Las historias de su viaje dejaron muchos voluntarios sin palabras.
Mientras caminaba por el campamento, vi a una joven cojeando y siendo cargada por otro joven. Al ver la desesperación en los rostros de ambos, corrí y le pregunté si necesitaba ayuda para cargarla. Los dos rápidamente dijeron que sí y la llevamos hacia la carpa médica, un viajero cercano se quitó las sandalias y se las puso en los pies y le dijo que se las recuperaría más tarde. Me presenté y supe que se llamaban Darwin y Stephanie. Con veintitantos años y recién comprometidos, decidieron hacer el viaje juntos en busca de una vida mejor.
“Somos nosotros contra el mundo,” Darwin dijo, “y nos cuidamos las espaldas unos a otros. No confiamos en nadie más que en nosotros mismos.”
Cuando le quitamos el zapato en la carpa médica, su pie izquierdo estaba excesivamente hinchado. En su viaje por el bosque, Stephanie se había torcido el pie y, cuando bajaron del barco, varias personas lo habían pisoteado. “Eran tan incivilizados,” dijo Stephanie con lágrimas en los ojos, “no les importaba nadie más allí.” Solo puedo imaginar la desesperación que sintieron quienes estaban en el barco cuando vieron el centro de recepción y escapar de la miseria que buscaban ansiosamente, dejar atrás.
El equipo médico solicitó un par de sandalias de gran tamaño para que el pie de Stephanie pudiera sanar. Le pregunté si necesitaban algo más y Darwin pidió alguna ropa nueva, ya que las que llevaban en la mochila estaban sucias por los cadáveres que encontraron en el río. Perturbado por lo que oí, traté de no retroceder y no hice ninguna pregunta. Corrí a buscar sandalias y ropa para Darwin y Stephanie, además de dos botellas de agua, mientras me preguntaba: “¿Lo que estoy haciendo es suficiente?” Nuestra interacción terminó abruptamente, ya que las necesidades de las personas continuaron acumulándose una tras otra. Así es un día en el centro de recepción de inmigrantes.
Mientras lucho con el impacto de los pequeños actos que nuestro equipo realizó para quienes se dirigían al norte, también creo que su importancia es mayor de lo que imagino; un mensaje de esperanza en medio de un trauma y una crisis inexplicables. Sandalias para un talón lastimado y ropa nueva para un compañero hacido en el imagen de Dios. La sonrisa de un niño mientras cae el caramelo de la piñata, olvidándose temporalmente del mundo que lo rodea.
No estamos llamados a juzgar quién es digno de este cuidado, estamos llamados a mostrarles a Quién es el Digno. Porque el mensaje del evangelio se manifiesta en palabra y obra.
Si bien los migrantes y refugiados nunca son la primera prioridad de ningún gobierno, el pueblo de Dios debe estar en primera línea y la respuesta para ayudar al mundo necesitado, dondequiera que esté. Mientras la muchos cristianos siguen preocupados por buscar a Cristo en los lugares de poder y prestigio, recordemos también al Salvador que era de las tierras fronterizas de Galilea,[3] que estuvo junto a los que sufrían fuera de la puerta,[4] y que vivió para servir a los más pequeños, los últimos, y los perdidos.
Tratar al extranjero que reside entre vosotros “como nacido entre nosotros”[5] es dar la bienvenida al migrante celestial que instaló su carpa entre nosotros[6] y hospedar a los ángeles sin que lo sepan.[7] No nos equivoquemos, la presencia de Dios se encuentra en la Brecha del Darién. Que prestemos atención al llamado a amar a nuestro prójimo como si fuera nuestro.
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ABOUT THE AUTHOR:
Daniel Montañez nació en Visalia, CA de madre mexicana y padre puertorriqueño. Él es un candidato de Ph.D. de la Universidad de Boston e instructor adjunto del Programa de Ministerios Latinos y Globales en el Seminario Teológico Gordon-Conwell. Es el director de la Conferencia Cristiana de Migración y el director de la Iniciativa de Crisis Migratoria para la Iglesia de Dios (Cleveland, TN). Daniel se dedica a servir a su comunidad latina en la intersección de la Iglesia, la academia y la sociedad.
Notas finales:
[1] Como Nacido Entre Nosotros es un red de individuos, organizaciones, iglesias y comunidades del continente Americano que actuamos inspirados bajo el modelo de Jesús, para acoger, integrar, defender a las personas migrantes en movilidad humana y sus derechos. www.comonacidoentrenosotros.org
[2] Joseph Liu’s, “Faith On The Move—The Religious Affiliation of International Migrants,” Pew Research Center, https://www.pewresearch.org/religion/2012/03/08/religious-migration-exec/#defining
[3] Virgilio Elizondo, Galilean Journey : The Mexican-American Promise. Rev. and Expanded ed. Maryknoll, N.Y: Orbis Books, 2000.
[4] Orlando E. Costas, Christ Outside the Gate: Mission beyond Christendom. Maryknoll, N.Y: Orbis Books, 1982.
[5] Levitico 19:33
[6] Juan 1:14
[7] Hebreos 13:2
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