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En nombre de la protección

por Ng Tsz Nok Christopher, Candler School of Theology

Niños corren hacia la orilla antes de que las olas rompan en la playa más larga del mundo, en Cox’s Bazar, al atardecer. Esta foto está dedicada a los muchos que viven en un campo de refugiados a solo unas millas de la playa, pero que nunca tienen la oportunidad de ver un atardecer sobre la arena, con la esperanza de que algún día lo harán. (27 de mayo de 2018, Playa Sugondha, Cox’s Bazar, Bangladés) por Ng Tsz Nok Christopher.
Niños corren hacia la orilla antes de que las olas rompan en la playa más larga del mundo, en Cox’s Bazar, al atardecer. Esta foto está dedicada a los muchos que viven en un campo de refugiados a solo unas millas de la playa, pero que nunca tienen la oportunidad de ver un atardecer sobre la arena, con la esperanza de que algún día lo harán. (27 de mayo de 2018, Playa Sugondha, Cox’s Bazar, Bangladés) por Ng Tsz Nok Christopher.

Las historias que nos contamos a nosotros mismos moldean el mundo en el que creemos vivir. Entre los mitos que han sido contados y vueltos a contar a lo largo de generaciones, ha resurgido con fuerza “la amenaza en la frontera”. Muros más altos, patrullajes más intensos, más centros de detención, deportaciones más rápidas — todo en nombre de proteger al pueblo de la supuesta amenaza que viene del otro lado de la frontera. La retórica odiosa y despectiva, que describe a las personas migrantes como asesinos e invasores peligrosos, impuros y destructivos, no solo es tolerada, sino que a veces incluso es elogiada [1].


En el Salmo 146, el adorador alaba al Señor que “protege al extranjero” [2]. Hoy, esos extranjeros son los recién llegados, personas sin derechos heredados en el país [3]. Aquellos a quienes Dios protege — quienes huyen de guerras y persecuciones; quienes abandonan sistemas opresivos y marginadores; quienes dejan atrás lo familiar y abrazan lo incierto; quienes anhelan el bienestar de sus seres queridos — son una parte integral de nuestra comunidad amada. La riqueza de sus culturas y la profundidad de su sabiduría están entretejidas con la historia de este país y son inseparables de su construcción.


El gobierno de los Estados Unidos alguna vez reconoció la necesidad de acoger a las personas desplazadas a través de una serie de políticas y mecanismos [4]. Sin embargo, en los últimos meses, la administración ha decidido suspender el Programa de Admisión de Refugiados de los Estados Unidos (USRAP, por sus siglas en inglés), cuyo fundamento legal fue establecido por la Ley de Refugiados firmada en 1980 [5]. Se han difundido afirmaciones que retratan a las personas migrantes como una mera carga que “compromete la disponibilidad de recursos para los estadounidenses”, saturando ciudades y pueblos de una manera que supuestamente pone en peligro la seguridad y protección de la ciudadanía [6].


Este retroceso hacia una visión hostil de la migración ha alimentado una serie de órdenes ejecutivas firmadas en las últimas semanas, que disminuyen a las personas migrantes al silenciar sus voces, ignorar sus experiencias y construir narrativas que las deshonran y denigran. Esto refuerza el ethos y el sistema que las despojan de poder, dejándolas en la impotencia [7]. Gran parte de ese poder les ha sido arrebatado a la fuerza en la frontera, donde fueron relegadas a una condición en la que su legalidad (y por tanto su futuro) es determinada por las autoridades: quienes deciden a qué seres queridos separar o reunir, a qué solicitantes de protección admitir o deportar, y a qué migrantes liberar o detener. El contraste entre la desechabilidad de las personas manifestada en las fronteras y el cuidado y protección de Dios hacia el extranjero es claro y evidente, y nos llama a actuar de maneras restaurativas que reparen el daño causado a nuestros prójimos.


El reconocimiento de la humanidad de las personas migrantes es una necesidad urgente. La manera en que algunos medios de comunicación y figuras políticas las retratan constituye un intento de deshumanizarlas, reducirlas y anularlas, convirtiéndolas en un objeto (en lugar de una persona) sin nombre, sin cuerpo y sin experiencia, como si su existencia dependiera únicamente del juicio de quienes ostentan el poder. El reconocimiento de la humanidad de las personas migrantes debe ser intencional, al notar que portan la imago Dei, como seres humanos que anhelan relaciones de amor.


Las personas migrantes no son solo temas de conversación; son personas con las que nos encontramos. Cuando algunos intentan convencernos de alejarnos de nuestros prójimos y de ignorar sus necesidades y sueños, debemos recordar nuestro llamado a acoger al extranjero. Este abrazo cálido exige nada menos que el reconocimiento de que encarnar a Cristo nos impulsa a atender al forastero.


Jesús nos enseña a servir a los más pequeños de entre nosotros, quienes son miembros de la familia de Dios. Una manera fundamental de hacerlo es dando la bienvenida al extranjero [8]. En nombre de la protección, las personas migrantes han sido perjudicadas: se les ha separado de sus hijos, se les ha detenido en condiciones atroces y se les ha deportado a lugares peligrosos. Ha llegado el momento de hacer un examen de conciencia que nos impulse a reubicarnos junto a las personas migrantes entre nosotros: Dios sigue brindando refugio y protección a los migrantes ante el temor y el terror, y nos llama a estar en solidaridad con ellos aquí y ahora.


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SOBRE EL AUTOR:

Nacido y criado en Hong Kong, Ng Tsz Nok Christopher es candidato al grado de Maestría en Divinidad en la Escuela de Teología Candler de la Universidad de Emory. Su trabajo durante varios años junto a personas refugiadas y desplazadas en Hong Kong cultivó en él una profunda pasión por la construcción de la paz y la transformación de conflictos. Le encanta aprender de y con las personas, construir relaciones auténticas y valorar cada encuentro que tiene con alguien.



Notas finales:

[1]  For a brief analysis of the political rhetoric used by Donald Trump against migrants, see Amanda Terkel and Megan Lebowitz, “From ‘Rapists’ to ‘Eating the Pets’: Trump Has Long Used Degrading Language Toward Immigrants,” NBC News, September 19, 2024, https://www.nbcnews.com/politics/donald-trump/trump-degrading-language-immigrants-rcna171120.

[2] Psalm 146:9.

[3] See F. Brown, S. Driver, and C. Briggs, The Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (Peabody, Massachusetts: Hendrickson Publishers, 2021), 158.

[4] For a brief official history tracing some of the notable events and policies made in relation to admission of refugees to the United States of America, see U.S. Citizenship and Immigration Services, “Refugee Timeline: Immigration and Naturalization Service Refugee Law and Policy Timeline, 1891-2003,” last reviewed/ updated January 24, 2025, https://www.uscis.gov/about-us/our-history/stories-from-the-archives/refugee-timeline#:~:text=The%201967%20United%20Nations%20High,1%2C%201968.

[5] For the 1980 Refugee Act, see US Congress, House, S.643 – 96th Congress (1979-1980): A Bill to Amend the Immigration and Nationality Act to Revise the Procedures for the Admission of Refugees, to Amend the Migration and Refugee Assistance Act of 1962 to Establish a More Uniform Basis for the Provision of Assistance to Refugees, and for Other Purposes. March 17, 1980. https://www.congress.gov/bill/96th-congress/senate-bill/643

[6] See The White House, 2025, Presidential Action, “Realigning the United States Refugee Admissions Program,” January 20, 2025, https://www.whitehouse.gov/presidential-actions/2025/01/realigning-the-united-states-refugee-admissions-program/.

[7] For a discussion of “powerlessness” and “disempowerment,” see Chris Ng Tsz Nok, “Support for and Empowerment of Refugees,” Hong Kong Refugee Ministry Group, February 25, 2022, https://www.rmghk.org/copy-of-our-stories. The article was originally published in Chinese in 吳旨諾 Ng Tsz Nok, “對難民的支援及賦權 Support for and Empowerment of Refugees,” Christian Times (Hong Kong), February 25, 2022, https://christiantimes.org.hk/Common/Reader/News/ShowNews.jsp?Nid=168056&Pid=2&Version=1800&Cid=588&Charset=big5_hkscs.

[8]  Matthew 25:31-46.

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