Gracia Encarnada: Una Reflexión Teológica sobre la Vida Cotidiana y la Inclusión Divina en la Frontera
- Mygration Christian Conference
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por Yonathan Moya, Fundador y Director Ejecutivo de Border Perspective
"Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué pide el Señor de ti? Solamente hacer justicia, amar misericordia, y caminar humildemente con tu Dios." – Miqueas 6:8
En nuestra cultura actual, la frontera entre Estados Unidos y México suele representarse únicamente como un campo de batalla político — un lugar definido por la división y el conflicto. Sin embargo, cuando consideramos la perspectiva de quienes viven y ministran allí día tras día, vemos que la frontera es también un espacio donde lo divino se encuentra con la humanidad.
El cortometraje mudo Retratos de la Frontera nos invita a entrar en las narrativas personales de quienes habitan en las tierras fronterizas, desafiándonos a repensar nuestra comprensión de las comunidades binacionales, biculturales y bilingües que se encuentran en los márgenes de nuestro país.
¿Podrían estas comunidades parecerse a la nuestra?
¿Cuál es su identidad espiritual a la luz del evangelio?
Caminando a Través de las Escrituras
En el corazón de la fe cristiana está la creencia de que toda persona ha sido creada a imagen de Dios (Génesis 1:27). Esta verdad fundamental, el imago Dei, nos recuerda que, sin importar el origen o estatus legal de alguien, cada individuo lleva la huella sagrada del Creador. En los retratos íntimos de personas inmigrantes —ya sea un padre trabajador, una maestra dedicada o un anciano respetado de la comunidad— vemos reflejos de la imagen misma de Dios, que nos llaman a afirmar el valor, la dignidad y la valía de todos.
Las Escrituras nos desafían constantemente a extender hospitalidad y compasión hacia quienes son extranjeros o marginados. Levítico 19:34 ordena: “Al extranjero que reside con ustedes lo tratarán como a uno nacido entre ustedes, y lo amarás como a ti mismo." Este versículo no es una simple sugerencia para una convivencia educada, sino un llamado radical y valiente a abrazar a aquellos que son malinterpretados y excluidos en nuestra sociedad. La Escritura es clara y contundente: nosotros, como comunidad de fe, estamos llamados a ser un refugio de esperanza para el extranjero y un testimonio viviente del corazón inclusivo de Dios y de su amor por todos los pueblos.
A lo largo de toda la Escritura, el viaje migratorio resuena en muchas narrativas bíblicas. Consideremos la historia de Abraham, el padre de la fe, a quien Dios llamó a dejar su entorno familiar y emprender un viaje incierto hacia una tierra nueva (Génesis 12:1).
Al igual que la historia de Abraham en el Antiguo Testamento, las personas migrantes de hoy deben enfrentar la difícil decisión de dejar atrás todo lo que conocen en busca de esperanza, seguridad y la promesa de una vida mejor.
En muchos sentidos, el viaje migratorio actual refleja el camino del peregrino: un movimiento continuo hacia un futuro prometido, aun cuando el trayecto esté lleno de dificultades y pérdidas.
Este tema de la migración a lo largo de las Escrituras encuentra una expresión aún más profunda en la narrativa del Éxodo. Los israelitas, exiliados durante mucho tiempo en una tierra extranjera, experimentaron tanto el dolor del desarraigo como la promesa transformadora de la redención. En su caminar por el desierto, los israelitas encontraron a Dios no como un gobernante distante, sino como un guía siempre presente, que los sustentó en medio de sus necesidades y pruebas. Esta promesa no ha cambiado hoy; pues en nuestras propias temporadas de desolación y duda, podemos superar la incertidumbre y abrazar el futuro con Dios como nuestra esperanza presente.
De manera similar, las historias de migración actuales nos recuerdan que nuestras circunstancias presentes —aunque a veces marcadas por la lucha— son también oportunidades para encontrarnos con la gracia divina y construir comunidades más empáticas para quienes sufren a nuestro alrededor.
En el centro de estas reflexiones bíblicas se encuentra el misterio de la Encarnación. Al hacerse carne en la persona de Jesucristo, Dios demostró que el amor divino no se mantiene alejado del sufrimiento humano, sino que entra en él.
La invitación de Jesús en Mateo 25:35 —"Fui forastero y me recibieron"— resuena con fuerza en el contexto de la migración. Cada acto de compasión hacia una persona recién llegada se convierte en un encuentro tangible con Cristo, afirmando que lo divino está presente en la vida de quienes a menudo son ignorados y viven en las sombras.
Retratos de la Frontera
Estamos llamados a ejercitar nuestra imaginación espiritual — a ver la frontera no como un lugar definido por la división y el conflicto, sino como un espacio sagrado de encuentro entre culturas, corazones y esperanzas. Debe ser un lugar que nos desafíe a ir más allá de una comprensión superficial de la inmigración, y a abrazar una visión de justicia, misericordia y amor que esté enraizada en el carácter de Dios.
Comprometámonos, entonces, a escuchar con profundidad, a cuestionar las narrativas que deshumanizan y a construir puentes que conduzcan a comunidades acogedoras. Al hacerlo, tenemos la oportunidad de participar en la obra continua de la reconciliación divina, dando testimonio de un Dios que nos llama a ser portadores de luz en los lugares más oscuros.
Yon, Eunice, Mina, y Jenn. Fotos por Ivor Karabatkovic.
"El Señor protege al extranjero y sostiene al huérfano y a la viuda." — Salmo 146:9
Que nuestras vidas, como estos retratos de las tierras fronterizas, se conviertan en testimonio de una fe vivida, encarnada e inclusiva — una fe que ve en cada forastero una encarnación de la gracia infinita de Dios.

SOBRE EL AUTOR:
Yonathan Moya ha dedicado la mayor parte de su vida adulta al servicio en el campo misionero a lo largo de América Latina y el Caribe. Ha viajado por toda la región y ha participado en proyectos de desarrollo comunitario en Costa Rica, Belice, México, Honduras, Haití y Cuba. Yonathan es el Fundador y Director Ejecutivo de Border Perspective. Creció en la frontera entre Estados Unidos y México y ahora vive con su esposa Megan, su hijo Jude y su mini-Goldendoodle, Fitz, en Minneapolis, Minnesota.
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